EJEMPLO
1 – CRUCE ENTRE CARRIL-BICI Y PASO DE PEATONES
En esta primera foto vemos, al fondo de la imagen, cómo discurren paralelas las tres circulaciones según la secuencia calzada – carril-bici – acera. Desde el punto de vista de la seguridad personal frente a las otras circulaciones, esta secuencia se ordena desde la circulación más segura del conductor, pasando por la seguridad media del ciclista para llegar a la más desprotegida frente a las dos anteriores que es la del peatón. Si las tres circulaciones discurrieran infinitamente en paralelo, no habría conflicto alguno entre ellas y el sistema propio de señalización en cada ámbito se reduciría a aquellas que informaran de algún cambio o peligro, dentro de la propia circulación.
Evidentemente esta situación nunca se va a dar. Lo propio es que en algún punto, cualquier persona, ya sea conductor, ciclista o peatón, necesite variar su trayectoria, necesitando para ello “invadir” el espacio de las demás circulaciones. Se produce lo que llamamos un CRUCE.
En el ejemplo que nos ocupa se trata del cruce de peatones por el ámbito de los conductores (calzada) y por el ámbito de los ciclistas (carril-bici). O dicho de otra manera, se trata de la entrada del sujeto más desprotegido frente a los que discurren dentro de los espacios que pretende atravesar.
Para que esta acción de cruzar sea realizada con seguridad y comodidad, entran en acción una serie de elementos destinados a todas las personas que circulan por cualquiera de las tres vías (ya sean conductores, ciclistas o peatones), de tal forma que todos puedan realizar la acción que le corresponda en el momento en el que se produzca el cruce.
Veamos
brevemente estos elementos:
a.
Señalización y detección del
cruce: Debe constituir un sistema coherente y efectivo que
proporcione una información clara a todos los sujetos intervinientes
en el cruce a través de las diferentes circulaciones.
b.
Paso de peatones: es el espacio acotado en la calzada y/o el
carril-bici por el que únicamente se debe producir el cruce.
c.
Vado de peatones: elemento que, de forma general y a través de
planos inclinados definidos en la acera, salva el posible desnivel
existente entre la acera y la calzada (o entre la acera y el
carril-bici), permitiendo así el tránsito libre de obstáculos.
En
nuestro ejemplo, de todos los elementos descritos anteriormente, nos
detendremos a analizar la solución del punto
a. (Señalización y detección del cruce) dentro de la circulación
peatonal, pues supondremos que la calzada y el carril-bici tienen un
apropiado sistema de señalización, coherente y
efectivo, tanto vertical como horizontal, que advierta de la
proximidad de un cruce de peatones.
Dentro
del sistema de señalización y detección destinada a los peatones
hay una señalización especifica destinada a ser detectada
por personas con discapacidad visual (ya sea con resto visual o con
ceguera). Esta señalización se encuentra fundamentalmente en el
pavimento. Las diferentes texturas y contrastes cromáticos del mismo
constituyen para las personas con discapacidad visual todo un código
de información que le permite conocer el entorno que le rodea y
tomar las debidas decisiones para llevar a cabo la acción que desea.
De esta forma podemos encontrar pavimentos tactovisuales de baldosas
de botones empleados como indicadores de advertencia o proximidad a
puntos de peligro y pavimentos tactovisuales de baldosas de
acanaladura utilizados como indicadores de dirección.
Bien,
después de esta breve reseña, pongámonos en situación. Imaginemos
que tenemos discapacidad visual. Estamos caminando a la altura de
donde se ha hecho la foto, en el mismo sentido y dirección que el
resto de la gente. Estamos pensando en cruzar. A la altura del paso
de peatones detectaríamos, a través del barrido de nuestro bastón
y/o por el cambio cromático, el pavimento tactovisual de botones que
vemos en la foto, dispuesto en una franja de un ancho definido,
transversal a la acera. Este pavimento así dispuesto nos estaría
indicando la presencia del paso de peatones. Tomando esta
referencia nos pondríamos en marcha hacia el cruce y no nos
detendríamos hasta detectar un cambio de señalización que nos
indicara una nueva acción. De esta forma, en nuestro caso, no nos
detendríamos hasta llegar a la señalización en la acera del
paso de peatones marcado por el cambio de anchura de la franja
anterior del pavimento de botones,
extendiéndose en toda una superficie.
De este modo sabríamos que estamos dentro de un ámbito seguro
situado en la proximidad del cruce y que, a partir de este punto,
debemos extremar la precaución pues entraríamos en un ámbito
distinto de circulación dentro del cual estaríamos desprotegidos.
Llegados
a este punto podemos preguntarnos acerca de la percepción del
recorrido que hemos realizado: la información ¿ha sido completa?
¿hemos podido, por ello, tomar las debidas precauciones para
realizarlo con seguridad?.
Si
lo analizamos en detalle, desde
que detectamos
la presencia del paso de peatones, dentro de la acera, hasta
que llegamos al vado, y
si solo nos
guiamos por
el tacto, no hemos podido percibir de ninguna manera la
existencia de un primer ámbito de circulación (en este caso un
carril-bici) distinto al que vamos a abandonar (acera) y distinto
igualmente al que nos esperábamos encontrar (calzada). No ha sido
colocada ninguna señalización que nos informara de la presencia de
este nuevo elemento. Esta falta de señalización, por tanto, no nos
prepara a extremar la precaución, poniendo en peligro tanto nuestra
seguridad como la del ciclista, el cual, si no ha sido eficazmente
informado, no podría, igualmente, tomar las debidas precauciones.
En
el caso de que tuviéramos
algo de visión, el color tan similar entre el carril-bici y el
pavimento de botones puede confundirnos
o, por lo menos, no ayudarnos
a diferenciar una zona de peligro de otra que debe ser segura para
nosotros.
Para
evitar esta situación y con el fin de que el sistema de señalización
y detección, dentro del itinerario peatonal, sea completo, sencillo
y eficaz, hubiera sido más conveniente no haber variado la
trayectoria del carril-bici y haber situado la señalización del
paso de peatones antes de entrar en él. De esta forma, podríamos
pararnos antes de entrar en el carril-bici y posibilitar que el
ciclista nos vea
nos ceda el paso.
Por otra parte, la señalización del paso de peatones dentro
del carril-bici se vería reforzada si se tuviera que realizar un
cambio de nivel, dentro del mismo, para adaptarse al nivel del vado
del paso de peatones si fuera necesario realizarlo.
EJEMPLO
2 – CRUCE ENTRE CARRIL-BICI Y PARADA
DE AUTOBÚS
En
estos puntos, y como en el caso
anterior, también hay que extremar la
precaución para realizar un diseño adecuado.
Estos
cruces presentan por lo general dos tipos de soluciones. O bien se
opta por dejar que el carril-bici pase por delante de la parada. O
bien se opta, como en este caso, por desviarlo por detrás. Tanto una
como otra solución traen conflictos. Si pasa por delante, el
conflicto se genera en el embarque/desembarque del autobús. Si
discurre por detrás, el conflicto se produce en la entrada/salida
del refugio de la parada.
Sin
embargo, antes de entrar a analizar la solución del carril-bici de
la foto, queremos llamar la atención sobre un problema mayor: la
total ausencia de todo un sistema coordinado de detección y
señalización que indique la presencia de la parada de autobús.
Este
sistema, en el caso que nos ocupa, consiste básicamente en dos
puntos:
1. Una
señalización dentro del itinerario peatonal que alerte de la
presencia de una parada y le encamine hacia ésta. Esta señalización
se realiza mediante pavimento, el cual, por cumplir la función de encaminamiento, será táctil de acanaladura y color contrastado con
el entorno, dispuesto en sentido transversal al itinerario peatonal
en toda la anchura de la acera hasta localizar el bordillo y el
acceso a la marquesina.
2. Una
franja de 0,40 m de ancho de pavimento tactovisual de botones que
discurra paralela al bordillo de la acera. Esta franja, que será de
color amarillo, indica el bordillo de la acera y la localización de
la parada de autobús.
Como
se aprecia en la foto, no se encuentran ninguno de estos dos
elementos básicos. Tampoco se aprecia con claridad si la parada,
además, cuenta con un apoyo isquiático o con una zona dentro de la
marquesina donde se pueda inscribir un círculo de 1,50 m en la cual
se pueda situar una persona usuaria de silla de ruedas.
Una
vez realizada la observación sobre la señalización de la parada
pasemos a analizar, igual que en el ejemplo anterior, el sistema de
señalización y detección que tendría que haber encontrado una
persona con discapacidad visual para incluir la información de la
presencia de una situación distinta a la peatonal (la ciclista),
dentro del recorrido hasta la parada.
Por
tanto, como anteriormente, nos ponemos en situación dentro de la
foto a la altura del punto dónde se ha tomado ésta. Estamos
caminando por la acera y queremos coger el autobús. Si se hubiera
señalizado la parada, a la altura del comienzo de la marquesina,
hubiéramos detectado en la acera, bien a través del barrido de
nuestro bastón y/o bien por el cambio cromático, el pavimento
tactovisual de baldosas de acanaladura, de color contrastado con el
pavimento de la acera que, a modo de guía, nos hubiera encaminado
hacia la siguiente señalización. Si no existiera el carril-bici,
habríamos continuado hasta haber detectado, casi antes de llegar al
bordillo de la acera, la franja transversal al encaminamiento de 0,40
m de baldosas de botones, de color generalmente amarillo, que nos
indicaría la proximidad del bordillo y la entrada de la marquesina.
Como
existe el carril-bici, una vez encaminados hacia la parada,
hubiéramos tenido que detectar una señalización que nos alertara
de que hay un elemento nuevo dentro del itinerario. Para ello
hubiéramos tenido que marcar debidamente en la acera, y a ambos
lados del carril-bici (pues lo tendrían que detectar tanto los que
se dirigen a la parada como los que vuelven de ella) la señalización
del paso de peatones con pavimento tactovisual de baldosas de botones
y color contrastado. Llegados a esta señalización nos detendríamos.
Para una persona con resto visual, podría llegar a distinguir, por
el cambio cromático de la vía y el avistamiento del ciclista, que
se trata de un carril-bici. Sin embargo, una persona con ceguera
total, no llegaría a percibir que se trata de un carril-bici, pues
las bicicletas apenas se oyen. Con lo cual, las personas ciegas
llegarían a un punto de señalización de compleja interpretación.
Esta
solución, si bien es teóricamente válida, complica, como hemos
visto, todo el sistema de información y de orientación de una
persona con discapacidad visual, haciendo de un acto tan sencillo
como es el de dirigirse a una parada de autobús toda una odisea de
interpretaciones.
Por
ello, entre las soluciones susceptibles de ser planteadas en este
caso está la de suspender el trazado del carril-bici en las
inmediaciones de la parada de autobús o bien cerca de la
señalización tactovisual de la parada. De esta forma, todo el
sistema de señalización y detección de la parada seguiría siendo
básico y evidente para el peatón y así, además, se informaría de
forma sencilla al ciclista de que entra en un área de preferencia
peatonal y que ha de supeditarse al tránsito del peatón, reduciendo
la velocidad y extremando la precaución al máximo.
Fuente consultada “Manual de Accesibilidad para Técnicos Municipales” elaborada por Fundación ONCE y Fundación ACS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario